CAMINANDO POR LOS VALLES DE LA VIDA
El rey David escribió en el Salmo 23 acerca de caminar “en valle de sombra de muerte”. Esto posiblemente es una metáfora de las pruebas de la vida en general, aunque también se puede aplicar a la persona que tiene que afrontar su propia muerte o la muerte de un ser querido.
En esta vida todos enfrentamos dificultades. Estamos expuestos constantemente a dolores y tensiones. Sin embargo, podemos utilizar diferentes estrategias que nos ayudarán a aligerar la carga. A continuación hacemos varias recomendaciones que pueden ayudar:
• Aprender de las pruebas y del sufrimiento. Ellos nos pueden ayudar a desarrollar nuevos talentos y habilidades. El Señor Jesucristo aprendió de sus circunstancias y experiencias difíciles (He. 5:8), y nosotros también podemos hacerlo.
• Contar nuestras bendiciones. Cuando nos enfocamos exclusivamente en el dolor, solemos olvidar lo buena que la vida ha sido con nosotros. Pablo dijo que siempre deberíamos dar gracias (Fil. 4:6). También explicó que el resultado de dar gracias es una paz que “sobrepasa todo entendimiento” (Fil. 4: 7).
• No ser prisioneros de nuestro propio sufrimiento. Las grandes pruebas pueden causarnos parálisis emocional. Debemos seguir activos porque la inactividad destruye aún más nuestro ánimo. El Dr. Paul Brand, un experto en el tema del dolor, dice: “Cuando tengo que enfrentar un intenso dolor, busco actividades que me absorban completamente, bien sea mental o físicamente. He encontrado que la distracción constante y la disciplina de la actividad pueden ser muy útiles para combatir el dolor” (Paul Brand y Philip Yancey, The Gift Nobody Wants [“El regalo que nadie quiere”], 1993, p. 254).
• Buscar a alguien con quien podamos compartir la carga. Muchas personas que tienen que enfrentar pruebas difíciles cometen el error de tratar de afrontarlas solas. Sin lugar a dudas, aquellos que buscan la ayuda de otros en tales momentos reciben los beneficios de hacerlo. Necesitamos tener contacto con los demás. “Mejor son dos que uno... pero ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante” (Ec. 4:9-10).
• Dividir la dificultad en partes pequeñas. Cuando la dificultad que afrontemos sea enorme, dividámosla en partes pequeñas que podamos manejar más fácilmente.
• Vivir la vida día a día. Muchas de las personas que enfrentan depresión, trastornos emocionales u otras dificultades tienen una perspectiva pesimista y se sienten derrotadas. Sus emociones les dicen que sus dificultades nunca se van a terminar. En tales momentos debemos tener en mente que estas dificultades también van a pasar; y de hecho, la mayoría de ellas se terminan. A pesar de nuestras adversidades, es necesario adoptar la perspectiva del salmista: “Este es el día que hizo Jehpvá; nos gozaremos y alegraremos en él” (Salmos 118:24).
• No frustrarnos por asuntos insignificantes. Aprendamos a superar los problemas menores y tomemos las decisiones menos importantes con el mínimo de tensión y preocupación posibles.
• Llevar una dieta balanceada y nutritiva. Nuestras mentes y cuerpos son menos capaces de hacer frente a la preocupación y otras dificultades si no los nutrimos bien.
• Hacer ejercicio con regularidad. El ejercicio adecuado nos ayuda a reducir la tensión, nos da un sentimiento de bienestar y nos ayuda a dormir mejor. Todas estas cosas son importantes para nuestra alegría y estabilidad mental.
• Descansar y relajarnos. Dios nos ordenó que descansáramos cada semana, en el día sábado. También necesitamos tomar un tiempo para relajarnos todos los días.
• Hacer cambios. Algunas situaciones difíciles no las podemos cambiar, y otras no las deberíamos cambiar. Escapar de ellas sería un error. Pero tampoco debemos buscarlas. Si podemos escapar de una dificultad sin actuar en forma irresponsable, debemos hacerlo (Pr. 22:3).
• Cultivar el sentido del humor. “El corazón alegre constituye buen remedio; mas el espíritu triste seca los huesos” (Pr. 17:22). El humor nos ayuda a tener un estado de ánimo más positivo. Mientras estaba prisionero en Auschwitz, Victor Frankl descubrió que el humor era un arma natural en la lucha por la supervivencia. Reír es verdaderamente un remedio eficaz.
• Entendamos que finalmente todo está en las manos de Dios. El ejemplo de Jesús nos hace fijarnos en Dios: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc. 23:46). David nos exhorta: “Encomienda al Señor tu camino, y confía en él; y él hará” (Sal. 37:5). La palabra hebrea traducida por “encomendar” significa “descargar un objeto sobre algo”. Un cuadro mental que nos puede ayudar a entender el concepto de encomendarse a Dios es la imagen de un niño que se tira confiadamente en los brazos de su padre.
En esta vida todos enfrentamos dificultades. Estamos expuestos constantemente a dolores y tensiones. Sin embargo, podemos utilizar diferentes estrategias que nos ayudarán a aligerar la carga. A continuación hacemos varias recomendaciones que pueden ayudar:
• Aprender de las pruebas y del sufrimiento. Ellos nos pueden ayudar a desarrollar nuevos talentos y habilidades. El Señor Jesucristo aprendió de sus circunstancias y experiencias difíciles (He. 5:8), y nosotros también podemos hacerlo.
• Contar nuestras bendiciones. Cuando nos enfocamos exclusivamente en el dolor, solemos olvidar lo buena que la vida ha sido con nosotros. Pablo dijo que siempre deberíamos dar gracias (Fil. 4:6). También explicó que el resultado de dar gracias es una paz que “sobrepasa todo entendimiento” (Fil. 4: 7).
• No ser prisioneros de nuestro propio sufrimiento. Las grandes pruebas pueden causarnos parálisis emocional. Debemos seguir activos porque la inactividad destruye aún más nuestro ánimo. El Dr. Paul Brand, un experto en el tema del dolor, dice: “Cuando tengo que enfrentar un intenso dolor, busco actividades que me absorban completamente, bien sea mental o físicamente. He encontrado que la distracción constante y la disciplina de la actividad pueden ser muy útiles para combatir el dolor” (Paul Brand y Philip Yancey, The Gift Nobody Wants [“El regalo que nadie quiere”], 1993, p. 254).
• Buscar a alguien con quien podamos compartir la carga. Muchas personas que tienen que enfrentar pruebas difíciles cometen el error de tratar de afrontarlas solas. Sin lugar a dudas, aquellos que buscan la ayuda de otros en tales momentos reciben los beneficios de hacerlo. Necesitamos tener contacto con los demás. “Mejor son dos que uno... pero ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante” (Ec. 4:9-10).
• Dividir la dificultad en partes pequeñas. Cuando la dificultad que afrontemos sea enorme, dividámosla en partes pequeñas que podamos manejar más fácilmente.
• Vivir la vida día a día. Muchas de las personas que enfrentan depresión, trastornos emocionales u otras dificultades tienen una perspectiva pesimista y se sienten derrotadas. Sus emociones les dicen que sus dificultades nunca se van a terminar. En tales momentos debemos tener en mente que estas dificultades también van a pasar; y de hecho, la mayoría de ellas se terminan. A pesar de nuestras adversidades, es necesario adoptar la perspectiva del salmista: “Este es el día que hizo Jehpvá; nos gozaremos y alegraremos en él” (Salmos 118:24).
• No frustrarnos por asuntos insignificantes. Aprendamos a superar los problemas menores y tomemos las decisiones menos importantes con el mínimo de tensión y preocupación posibles.
• Llevar una dieta balanceada y nutritiva. Nuestras mentes y cuerpos son menos capaces de hacer frente a la preocupación y otras dificultades si no los nutrimos bien.
• Hacer ejercicio con regularidad. El ejercicio adecuado nos ayuda a reducir la tensión, nos da un sentimiento de bienestar y nos ayuda a dormir mejor. Todas estas cosas son importantes para nuestra alegría y estabilidad mental.
• Descansar y relajarnos. Dios nos ordenó que descansáramos cada semana, en el día sábado. También necesitamos tomar un tiempo para relajarnos todos los días.
• Hacer cambios. Algunas situaciones difíciles no las podemos cambiar, y otras no las deberíamos cambiar. Escapar de ellas sería un error. Pero tampoco debemos buscarlas. Si podemos escapar de una dificultad sin actuar en forma irresponsable, debemos hacerlo (Pr. 22:3).
• Cultivar el sentido del humor. “El corazón alegre constituye buen remedio; mas el espíritu triste seca los huesos” (Pr. 17:22). El humor nos ayuda a tener un estado de ánimo más positivo. Mientras estaba prisionero en Auschwitz, Victor Frankl descubrió que el humor era un arma natural en la lucha por la supervivencia. Reír es verdaderamente un remedio eficaz.
• Entendamos que finalmente todo está en las manos de Dios. El ejemplo de Jesús nos hace fijarnos en Dios: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc. 23:46). David nos exhorta: “Encomienda al Señor tu camino, y confía en él; y él hará” (Sal. 37:5). La palabra hebrea traducida por “encomendar” significa “descargar un objeto sobre algo”. Un cuadro mental que nos puede ayudar a entender el concepto de encomendarse a Dios es la imagen de un niño que se tira confiadamente en los brazos de su padre.