EL PAPEL QUE DESEMPEÑA SATANÁS
En muchos grupos sociales no está de moda creer en Satanás; y aunque para la mayoría existe, no lo consideran como un ser vivo literal. Para muchas personas el “diablo” no es más que una metáfora de la inhumanidad del hombre para con su prójimo, o un símbolo de la maldad en general.
No obstante, en la Biblia se presenta a Satanás como a un ser real, un poderoso ser espiritual que puede hacer mucho daño. Y puesto que tantas personas no creen en un diablo literal, tampoco reconocen el papel que desempeña en el sufrimiento humano. De hecho, aceptémoslo o no, su engaño de la humanidad es la causa principal de la angustia y la desgracia que agobian a nuestro mundo.
En la Biblia se nos revela claramente la magnitud del poder y la influencia de Satanás. El apóstol Juan nos dice que el diablo “engaña al mundo entero” y que “el mundo entero está bajo el maligno” (Ap. 12:9; 1 Jn. 5:19). Y cuando el apóstol Pablo escribió que “el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo”, se estaba refiriendo a Satanás (2 Co. 4:4).
El apóstol Pedro les advirtió a los cristianos que su adversario “el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 P. 5:8). En la parábola del sembrador y la semilla, Jesús dijo que tan pronto como a muchas personas se les expone el mensaje de Dios, “en seguida viene Satanás, y quita la palabra que se sembró en sus corazones” (Mr. 4:15). Este malévolo ser ciega a la humanidad para que no reciba el consuelo, el estímulo, las promesas y la liberación que provienen de la verdad de Dios.
Aprovechándose de la ceguera e ignorancia en que se le ha permitido envolver a este mundo, es el instigador de inmenso sufrimiento. Ha cegado al hombre para que no entienda la razón de su propia existencia, y ha engañado a las personas para que crean que sus caminos —los caminos del egoísmo y del pecado— son mejores que la obediencia a los mandamientos de Dios. La humanidad se ha tragado las mentiras de Satanás sin darse cuenta de que el pecado siempre trae gran sufrimiento.
A lo largo de la historia la influencia del diablo ha llevado al hombre a satisfacer sus apetitos físicos de una manera ilegal e inmoral. Utilizó sus artimañas con éxito en el huerto del Edén y desde entonces su estrategia ha funcionado maravillosamente. Todos hemos sufrido como resultado de eso.
Jesús dijo que el diablo “ha sido homicida desde el principio” (Jn. 8:44). Su propósito siempre ha sido hacernos la vida miserable y, finalmente, destruirnos. Es destructivo por naturaleza, y quienes cometen actos destructivos lo siguen sin saberlo. En Apocalipsis 9:11 se le llama el “ángel del abismo, cuyo nombre en hebreo es Abadón, y en griego, Apolión”. Estos nombres significan “destrucción” y “destructor” respectivamente. A diferencia de Dios, quien es el creador y dador de la vida, Satanás es por su propia naturaleza asesino y destructor.
Satanás es el instigador de las guerras y otros conflictos. En el Apocalipsis leemos que en los tiempos del fin “espíritus de demonios” harán “señales” e irán “a los reyes de la tierra en todo el mundo, para reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso” (Ap. 16:4). Satanás y sus demonios llevarán al mundo a un tiempo de angustia sin precedentes en la historia de la humanidad (Mt. 24:21-22). ¡Será un tiempo de sufrimiento inimaginable!
Al leer estos pasajes podemos darnos cuenta de que Satanás ejerce un tremendo poder sobre la humanidad. Dios, sin embargo, establece límites al poder e influencia que el diablo puede ejercer entre los hombres (Job 1:12; Job 2:6). No permitirá que Satanás impida el cumplimiento de su plan maestro de salvación para la humanidad. Siendo nuestro Padre y “Señor del cielo y de la tierra” (Mt. 11:25), Dios nunca abdicará de su soberanía absoluta sobre el hombre y sobre toda su creación.
No obstante, en la Biblia se presenta a Satanás como a un ser real, un poderoso ser espiritual que puede hacer mucho daño. Y puesto que tantas personas no creen en un diablo literal, tampoco reconocen el papel que desempeña en el sufrimiento humano. De hecho, aceptémoslo o no, su engaño de la humanidad es la causa principal de la angustia y la desgracia que agobian a nuestro mundo.
En la Biblia se nos revela claramente la magnitud del poder y la influencia de Satanás. El apóstol Juan nos dice que el diablo “engaña al mundo entero” y que “el mundo entero está bajo el maligno” (Ap. 12:9; 1 Jn. 5:19). Y cuando el apóstol Pablo escribió que “el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo”, se estaba refiriendo a Satanás (2 Co. 4:4).
El apóstol Pedro les advirtió a los cristianos que su adversario “el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 P. 5:8). En la parábola del sembrador y la semilla, Jesús dijo que tan pronto como a muchas personas se les expone el mensaje de Dios, “en seguida viene Satanás, y quita la palabra que se sembró en sus corazones” (Mr. 4:15). Este malévolo ser ciega a la humanidad para que no reciba el consuelo, el estímulo, las promesas y la liberación que provienen de la verdad de Dios.
Aprovechándose de la ceguera e ignorancia en que se le ha permitido envolver a este mundo, es el instigador de inmenso sufrimiento. Ha cegado al hombre para que no entienda la razón de su propia existencia, y ha engañado a las personas para que crean que sus caminos —los caminos del egoísmo y del pecado— son mejores que la obediencia a los mandamientos de Dios. La humanidad se ha tragado las mentiras de Satanás sin darse cuenta de que el pecado siempre trae gran sufrimiento.
A lo largo de la historia la influencia del diablo ha llevado al hombre a satisfacer sus apetitos físicos de una manera ilegal e inmoral. Utilizó sus artimañas con éxito en el huerto del Edén y desde entonces su estrategia ha funcionado maravillosamente. Todos hemos sufrido como resultado de eso.
Jesús dijo que el diablo “ha sido homicida desde el principio” (Jn. 8:44). Su propósito siempre ha sido hacernos la vida miserable y, finalmente, destruirnos. Es destructivo por naturaleza, y quienes cometen actos destructivos lo siguen sin saberlo. En Apocalipsis 9:11 se le llama el “ángel del abismo, cuyo nombre en hebreo es Abadón, y en griego, Apolión”. Estos nombres significan “destrucción” y “destructor” respectivamente. A diferencia de Dios, quien es el creador y dador de la vida, Satanás es por su propia naturaleza asesino y destructor.
Satanás es el instigador de las guerras y otros conflictos. En el Apocalipsis leemos que en los tiempos del fin “espíritus de demonios” harán “señales” e irán “a los reyes de la tierra en todo el mundo, para reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso” (Ap. 16:4). Satanás y sus demonios llevarán al mundo a un tiempo de angustia sin precedentes en la historia de la humanidad (Mt. 24:21-22). ¡Será un tiempo de sufrimiento inimaginable!
Al leer estos pasajes podemos darnos cuenta de que Satanás ejerce un tremendo poder sobre la humanidad. Dios, sin embargo, establece límites al poder e influencia que el diablo puede ejercer entre los hombres (Job 1:12; Job 2:6). No permitirá que Satanás impida el cumplimiento de su plan maestro de salvación para la humanidad. Siendo nuestro Padre y “Señor del cielo y de la tierra” (Mt. 11:25), Dios nunca abdicará de su soberanía absoluta sobre el hombre y sobre toda su creación.
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